Cuando miro en tus ojos veo reflejada la eternidad. No somos
perfectos. Tú no es perfecto, yo no soy perfecta, pero si lo fuésemos estoy
segura de que la vida non sería tan interesante. Hay un poema que reza así:
Un beso tuyo es como un golpe seco en la nuca.
Y eso es justo lo que yo siento. Me quedo sin aire, se me
hiela la sangre y se me vacía el cerebro.
Sé que esta euforia que siento nada más verte, nada más besarte,
pasará con el tiempo y con la rutina, pero creo que cuando ese momento llegue,
una nueva etapa comenzará y que, en lugar de besos eufóricos, aparecerán un
compañerismo e una complicidad que muchos jamás alcanzarán. Deseo que esto
ocurra, aunque todo a su tiempo. No quero ensimismarme, sino ser la razón de tu
ensimismamiento. A veces hasta me gusta discutir contigo, porque sé que después
de la riña llegará a conciliación, y no hay un momento más dulce a tu lado.
Quizás por eso la gente diga que cuanto más grande es el reto, más grande es la
victoria. Y sé que nosotros les ganaremos a los demonios de la estupidez y la
irreflexión y pasaremos por delante de ellos, con un gesto tal de felicidad en
los ojos que casi será coma si les sacáramos la lengua. En tu sonrisa puedo ver
justo ahí, en el interior del labio izquierdo un beso. El beso del que nunca te
desprendiste, ni siquiera conmigo. Ahora escúchame bien, porque lo que te voy a
decir es muy importante: Guárdalo, guárdalo como si tu boca fuese una caja fuerte,
guárdalo para cuando tengamos ochenta años y sigamos juntos, siempre juntos.
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