lunes, 20 de agosto de 2012

¿Qué hacer?

¿Qué hacer cuando no hay nada que puedas hacer para recuperarle? Le has partido el corazón, lo sabes, eres muy consciente de ello, pero ahora te arrepientes. Vuelves a ver su risa, vuelves a escuchar sus comentarios llenos de quejas hacia el mundo en general, vuelves a ver esos ojos. Aquellos mismo ojos que con sólo un vaga mirada ya hacían saltar tu corazón, como si fuese una bomba de relojería a punto de estallar. Y te arrepientes. Otra vez. Piensas que ojalá nunca lo hubieras hecho, que eres un ser humano despreciable, solo formado por carne, huesos y entrañas sin nada que te haga especial; mientras ella parece una criatura angelical, lleno de bondad, risa y amor. Sobre todo amor.
Pero te das cuenta a tiempo.
Recuerdas todo lo que te ha hecho, todas tus heridas que fueron provocadas tan sólo por ella..
Y te das cuenta de tu estupidez al pretender que lo vuestro había sido perfecto.
¿Y qué puedes hacer?
Nada.
Tan sólo venir a buscar consuelo en mi hombro. En el olor de mi pelo, en mi colonia de frambuesa, en mis labios.
Y entonces es cuando creo que algo se rompe dentro de mí. Ya no existo, tan sólo existo para mí misma.
Y me doy cuenta de mi estupidez al pretender que lo nuestro siempre ha sido perfecto. Me gustaría golpearme a mí misma, pues ahora me doy cuenta de que siempre es la misma historia. Todas tus rupturas, todas tus esperanzas fallidas. Siempre acabas entre mis brazos.
Pues bien. Eso se acabo.
Te repudio; pero lo que es peor: me repudio también a mí misma.
Pero todo el sufrimiento se acabó.
Jamás, ¿me oyes? Jamás podría hacerte daño. Pero en cambio si puedo hacerme yo daño.
Es tan fácil...
Antes de que puedas hacer nada, ni siquiera imaginar que todo este arranque de esperanza, porque así es, estoy esperanzada de que todos mis actos te revelen a ti mis sentimientos, ya he agarrado el cuchillo.
Y puedo sentir mis latidos por encima de la piel de mi muñeca; Bum-bum. Bum-bum.
Aprieto un poco con el filo del cuchillo y veo la sangre manar; Todo se acabó ya.
Adiós, Miguel. Adiós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario