Cada día que mi vida es más rutinaria, constante,
indiferente… No creo que esté hecha para vivir así. Necesito algún cambio,
aventuras… No sé si un día llegaré a escaparme de casa, no creo que pueda
aguantar mucho más así. Todos los días espero que suceda algo emocionante y
todos los días me llevo una decepción. Cada vez me distancio más de mi familia,
de mis amigos…esperando un retorno a esa vida inesperada, increíble. Pero nunca
ocurre y yo me voy separando más de la gente que me quiere y a la que en todo
momento quise.
No sé qué me pasa. Me siento decepcionada conmigo misma, y
huraña con el resto. Siempre pensé que a mí nunca me pasaría esto. Era una niña
risueña, agradable, divertida… Sí, esa es el verbo: ERA. Parece que el colegio
acaba, damos vacaciones de Navidad. Una época de felicidad por estar con la
familia, por los regalos…o al menos, eso me parecía antes. Ahora es una época
como otra cualquiera: de tremendo aburrimiento.
Estoy yendo a mi casa en autobús. Mis padres no están, pero
tengo llaves. No sé lo que haré en adelante, no sé si lograré subsistir. Cojo
la mochila y le meto cosas que podrían ser importantes, así como una fotografía
de mi familia y otra de mis amigos. Me la cuelgo a los hombros, abro la puerta
y me voy.
No sé lo que me espera ahí fuera, pero no tengo pensado
volver. Al menos por ahora.
He dejado una nota en la nevera:
‘Me voy, no por un día, o una semana. No sé si volveré. Os
quería y creo que os sigo queriendo, pero ya no estoy tan segura. Perdonadme.
Adiós,
Raquel. ’ .
No hay comentarios:
Publicar un comentario