El dolor es un
animal asesino, traidor, molesto. A veces resulta reconfortante, como cuando
pierdes a un amigo, y sientes un dolor que te demuestra lo mucho que lo
apreciabas. El camino hasta el es fácil, pero cuando intentas abandonarlo, te
cuesta. Ya sea tanto porque ya te has acostumbrado a su presencia, o por qué lo
notas de forma tan punzante e irritante, que no eres capaz. Siempre he
pensado que no era más que una invención, sin embargo, un día lo descubrí. Vi
como afloraba por cada esquina de mi piel, de mis labios, de mis ojos. Sentía
algo completamente desconocido. Dolor. No un dolor como cuando te caes de la
bicicleta. Un dolor inimaginable, un dolor que comía
el alma desde el corazón hasta el pecho. Creí que era pasajero, pero no es así.
Con el tiempo me he acostumbrado a él, tan presente siempre desde entonces.
Ahora creo que es reconfortante, cálido, amistoso. Hay veces en las que se
impone, en las que lo siento ahí, a mi lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario